domingo, 31 de octubre de 2010

CALLES Y PLAZAS DE MALAGA II

LA CALLE DE GRANADA ENTRE LAS PLAZAS DE LA CONSTITUCIÓN Y LA DEL SIGLO.





Hoy vamos a pasear por la calle de Granada, concretamente por el tramo que une la plaza de la Constitución y la Plaza del Siglo. Nos detendremos en las calles adyacentes que tengan algo de interés y aparte de la historia observaremos detalles arquitectónicos destacables de algunos de sus edificios.



La calle de Granada, llamada en un principio Real, por ser por la que hicieron su entrada los Reyes Católicos en 1487, une la Plaza de la Constitución con la de la Merced. Su trazado árabe es sinuoso y  presenta varios tramos, interrumpidos por pequeñas placitas o encrucijadas.

Los dos primeros sectores, que hoy vamos a recorrer, en dirección a la Plaza de la Merced, están integrados en la zona de la ciudad que sufrió más modificaciones en el siglo XIX, ya que en ellos estuvieron asentados los conventos de dominicas del Ángel, San Bernardo, las Carmelitas Descalzas de San José, Santa Clara y otros, que fueron desamortizados durante el siglo pasado.

Sobre sus solares surgió el actual callejero de esta zona, perdiendo la edificación toda la fisonomía de la época islámica o del Antiguo Régimen.


En el primer tramo de la Calle de Granada, aún se conservan algunas muestras interesantes de la arquitectura decimonónica, como es la casa nº 6,



por su regularidad y recargada rejería, o el inmueble que hace esquina con la Calle de Santa Lucía,realizado por Manuel Rivera Valentín en 1885, que fue sede de la Joyeria Ghiara y ha mantenido en su local comercial elementos antiguos (columnas de fundición, pero no se conserva el total de los lienzos con pinturas de tema mitológico enmarcados en el techo algunos de los cuales se relacionan con el estilo de Ponce).

Enfrente el local de la antigua Cafetería Viena, hoy tienda de modas, conserva en su cubierta atrevidas curvas de escayola y columnas y se nos presenta como ejemplo del "estilo del relax" que proliferó en la Costa del Sol en los años 50-60.

Más arriba, en el nº 16 llama la atención el diseño funcional de la antigua Farmacia Méndez realizado por el arquitecto Enrique Atencia en 1952.

En su lado izquierdo se abre la Calle de Santa Lucía, que toma el nombre de la capilla que aquí existía, cercana al convento de las dominicas del Ángel.






Esta Orden se instaló en Málaga por Real Cédula de 1648, teniendo su casa en la calle de Granada desde 1652, en un amplio solar que limitaba la calle del Angel y la de Santa Lucía y sobre el que se abrió, después de la Desamortización, la calle de Luis de Velázquez.


En 1861 la propia comunidad pidió al Ayuntamiento que le enajenara la parte trasera del edificio para poder hacer mejoras en la principal del mismo, que no se llevarían a cabo, porque en 1873 los arquitectos Jerónimo Cuervo, Cirilo Salinas y Manuel Rivera Valentín declararon en ruina dicha casa-convento y se procedió a su demolición.


En la edificación de las viviendas de renta que aquí surgieron conocemos la intervención directa de Cuervo, quien se encargó de la distribución de los solares, de la planificación de la calle de Luis de Velázquez y construcción de muchas de sus casas.
La Calle de Luis de Velázquez fue significada con una interesante arquitectura que muestra un amplio repertorio del vocabulario ecléctico usado por los arquitectos del siglo XIX.


Se distribuyen los huecos con simetría y regularidad, y los vanos se decoran con motivos que oscilan desde los clásicos a los neomedievales.





Además, destaca en esta zona un elemento típico de la arquitectura malagueña como es el cierro, balcón cerrado con armadura de madera o de hierro, y acristalado, que se ha hecho derivar del ajimez islámico.

El edificio que forma fachada a esta calle, a la de Santa Lucía y a la de la Azucena (calle Luis de Velázquez nº 1), con armoniosos balcones y con







columnas en su chaflán curvo, fue realizado por Cirilo Salinas en I877.



La casa nº 2  de la calle de Luis de Velázquez es obra de Cuervo, de 1876;




 


conserva el bajo primitivo con columnillas de hierro y se articula con cierros de madera curvos adaptados a las esquinas y balcones de rejería, rematado por un ático con ventanas ovales.


Cabe destacar del mismo arquitecto la armoniosa casa nº 4,



en la que los cierros son de hierro y están rematados por un cuerpo decorativo semicircular;







el uso de este elemento enriquece plásticamente esta fachada y la dota de una gran movilidad, aunque más atractivo le imponen las columnillas de mármol que se le adosan y la policromía de los cristales.



Enfrente, la vivienda que hace esquina con la calle de la Azucena, de rigurosa armonía, es obra de 1877 de Eduardo Strachan.



El edificio n" 5 de la calle de Luis de Velázquez, destaca por su robusta rejería de hierro fundido,





y el no 7, con dos ejes de cierros acristalados de hierro con menudos adornos, flanqueando balcones de vistosa decoración, son también ejemplares muy representativos del estilo decimonónico burgués malagueño.


Si continuamos la calle de Luis de Velázquez llegamos a la Plaza del Marqués del Vado del Maestre, antes llamada de Mitjana, por Francisco de Mitjana, promotor en el siglo XX de algunos de sus edificios. Por su carácter clásico es notable la caso nº 2, con armónica fachada con frontones y rejerías de fundición.



Volviendo a la calle del Ángel, la casa nº 3,  es obra de Cuervo de 1877 y ofrece un repertorio decorativo de inspiración gótica, recreando pináculos y cresterías.
La nº 1, también de Cuervo, de 1876, resalta su esquina mediante unos atractivos cierros curvos y balcones con bellas rejas, conservando el bajo comercial sus primitivas columnas de hierro colado.




Un poco más adelante, penetrando ya en la Plaza de Spínola, más bien ensanchamiento de la calle de Granada, que continúa tras ella, a la derecha se abre la calle de Sánchez Pastor, cuyo origen fue consecuencia de la demolición del convento de las Carmelitas Descalzas de San José, que se habían trasladado a este lugar en 1587.
Ocupaba un solar situado entre la calle de Granada y la calle de Santa María, donde se abría la fachada principal. Otra lateral se situaba en una calleja sin salida denominada de Carmelitas, que tenía un único acceso desde la de Santa María. Esta barrera sería el germen de la actual calle de Sánchez Pastor que se logró abrir hasta la de Granada, después de que en 1873 se demoliese el convento.

El cambio de denominación se debió al homenaje que se quiso tributar con ello al alcalde Sánchez Pastor, impulsor de las obras.

El responsable de la urbanización, parcelación y atirantado de esta calle fue también Jerónimo Cuervo y conforme a su proyecto se construyeron las casas nº 5 y nº 7(27).
El resto de los edificios de la calle mantienen la altura y la distribución de los vanos, llamando la atención, por su carácter pintoresco la nº 6 es obra de Cuervo, del último cuarto del siglo XIX, pero a comienzos del XX recibió una reforma que recubrió parte de su fachada con vistosa decoración neoárabe.
Más empaque presenta la que forma la esquina con la calle de Santa María (Sánchez Pastor nº I, que fue realizada en 1877 por Eduardo Strachan con noble portada de mármol, y que mantiene en el exterior las columnillas de fundición de los bajos, destacando en su alzado el cuidado diseño de los vanos, articulados entre pilastras, y la rica rejería del piso principal así como los cierros de hierro que resaltan su esquina convirtiéndola en el eje principal.




La casa n" 9 de la calle de Sánchez Pastor, que forma esquina con la plaza de Spínola, es también obra de Jerónimo Cuervo, de 1886 y es equiparable a la anterior por su cuidado diseño que alcanza a las escaleras;





en su fachada con balcones guarnecidos con decoración foliada y abrazados por una imposta quebrada, se presentan corridos en el chaflán curvo, rematando sobre la cornisa un ático de claraboyas ovales. Un diseño similar nos presenta la casa nº I2, que se alza al otro lado de la calle.


Formando esquina con la Calle de Calderería, que durante un tiempo llevó el nombre de Jerónimo Cuervo, se encuentra la casa nº 23 (de la calle de Granada), de diseño racionalista, realizada entre 1940-43 por José González Edo. Su fachada, recorrida con bandas de ladrillo, resulta vistosa y acorde con la presencia del Cine Actualidades, que estuvo instalado en sus bajos, obra singular del mismo arquitecto.




A continuación de la Plaza de Spínola se encuentra la pequeñísima Plaza del Carbón.




 


La plaza está presidida por la fachada del edificio del Liceo de Málaga-Peña Malaguista, que conserva el diseño del siglo XVIII, con balcones y ventanas de forja. Esta institución recreativo-cultural se fundó en 1950, y 25 años más tarde se le antepuso el nombre de Liceo de Málaga, instalándose en 1963 en esta casa, que remodeló el arquitecto Andrés Escassi, rehabilitándose nuevamente en 2002. Entre sus actividades culturales más destacadas está la de otorgar el Premio Málaga de Investigación que se concede desde 1967 con el deseo de fomentar la investigación sobre temas de Málaga.
Enfrente, pasando la estrecha calle de Ascanio se alza un edificio de bellas proporciones, obra de 1872 de Cirilo Salinas, (Plaza del Siglo, nº 3). Con grandes pilastras corintias que articulan los pisos superiores, (el primero ha sido destrozado por la planta diáfana de una instalación comercial y el bajo recuperado posteriormente) remata el ático por una sucesión de pequeños templetes con frontones curvos y triangulares; su noble portada de mármoles enriquece las jambas con motivos vegetales.


La Plaza del Siglo surgió tras la demolición, en 1868, del Convento de Santa Clara, uno de los más importantes de la ciudad, fundado por decisión real en 1495, que englobaba entre sus construcciones un palacio árabe conservado hasta el siglo XX.


A su creación contribuyó el Comendador Mayor de León Gutiérrez de Cárdenas y el primer obispo de Málaga Don Pedro de Toledo.


El convento ocupaba una gran extensión con fachadas a las calles de San Agustín, Granada y Santa María. Tras su desamortización y la reconstrucción del Hospital de Santo Tomás, surgieron la prolongación de la calle de Molina Lario y la de Duque de la Victoria que desemboca en la de San Agustín.

Llama la atención la homogeneidad de la construcción en esta zona pues se conservan prácticamente todas las casas, que fueron construidas entre 1870 y 1880, con la intervención de los grandes arquitectos del momento: Cuervo, Salinas, el maestro de obras Diego Clavero y otros.


Junto a la arquitectura decimonónica esta plaza la preside en su lado norte una sencilla casa del siglo XVIII, con balcón corrido de atrevidas curvas, de una gran belleza, que ha sido vaciada para edificarse de nuevo conservando la fachada, y enfrente sobresale, el edificio de la Caja de Ahorros de Ronda, obra de discutido diseño del arquitecto Juan Jáuregui, realizada en 1960.

sábado, 16 de octubre de 2010

CALLES Y PLAZAS DE MALAGA

EL MONUMENTO Y LA CALLE DEL MARQUÉS DE LARIOS.


Hoy nos adentramos en uno de los lugares más entrañables de nuestra ciudad y sin duda el más importante de nuestro centro histórico: la calle Larios (oficialmente la calle del Marqués de Larios).
 

El centro histórico de Málaga, que hoy conocemos, dista mucho del que fue creado durante la Edad Media, bajo la dominación árabe. Aunque sufrió algunas modificaciones con la llegada de los cristianos, (apertura de nuevas puertas en las murallas, la rectificación de algunas calles, para permitir la mejor circulación de los carruajes….). no es hasta el siglo XIX cuando la ciudad se transforma más o menos en la que nos ha llegado a nuestros días.

El acontecimiento que más influyó en estos cambios profundos, fue la Desamortización de los bienes, pertenecientes a entidades religiosas, que poseían los más importantes y extensos solares del centro administrativo.


En Málaga este "boom urbanístico" supuso una válvula de escape para los capitales, que habían visto derrumbarse los pilares sobre los que se había apoyado el despegue industrial de la ciudad.

Junto a los Heredia, los Loring, los Álvarez y tantas otras familias, iba al final a sobresalir la de los Larios, cuyo nombre aparece frecuentemente relacionado con industrias, calles, pasajes edificios y monumentos urbanos.

Sin duda dos elementos de la ciudad señalan para el ciudadano e incluso para el visitante, el papel clave que la familia Larios tuvo en Málaga durante los siglos XIX y XX: el monumento a don Manuel Domingo Larios y Larios (1836-1895) y la calle de  Larios.


Manuel Domingo Larios y Larios fue el hijo primogénito del primer Marqués de Larios, por lo que heredó además de una gran parte de su fortuna, el título de Marqués.

     




Al fallecer su padre en 1873, se convertiría en director de la sociedad Hijos de Martín Larios. A pesar del éxito inicial, a fines del siglo XIX, y como otras empresas malagueñas, la sociedad sufrió un profundo deterioro, subsistiendo no obstante en la actualidad.


Su obra de mayor proyección social y urbana para Málaga sería la construcción de la calle del Marqués de Larios.

Por esta obra, y también como homenaje a toda la familia, el Ayuntamiento promovió la construcción de un monumento en la confluencia de dicha calle con la Alameda Principal, que constituye uno de los hitos urbanos más significativos de la ciudad.Una comisión presidida por don Antonio Cánovas Vallejo se encargaría de todos los trámites a realizar. Dicha comisión organizó un concurso, al que acudieron los escultores Susillo, Querol y Benlliure, siendo finalmente éste el ganador.
Asimismo, y antes de que se firmara el contrato, se inició una suscripción pública que tenía como fin sufragar los gastos de la construcción, de manera que no pareciera sólo como algo ejecutado por los amigos del Marqués, sino en lo que el pueblo había participado activa y espontáneamente.



La firma del contrato entre el artista Mariano Benlliure y Antonio Cánovas, corno presidente de la Comisión, tuvo lugar en Málaga el 24 de marzo de 1896 y en él se fijaron el costo del monumento, 75.000 pesetas, así como los plazos de la entrega y su diseño.

El 1 de enero de 1899 fue inaugurado este monumento y está formado por tres figuras:

Arriba sobre un pedestal se encuentra Manuel Domingo Larios y Larios, vestido en traje de levita, con sombrero de copa en la mano derecha, mientras la izquierda la ocupa en el bolsillo del chaleco, lo que hace que la figura tome una actitud elegante y gallarda, rígida e inmóvil, muy propia de las fotos de la época.

 

En la cara frontal del pedestal, una figura femenina semidesnuda aúpa a un niño que escribe sobre aquel el mensaje de la ciudad: MALAGA AGRADECIDA;


En la cara opuesta un desnudo masculino, en actitud de marcha, con pico y azadón sobre el hombro, simboliza al Trabajo, que con sus iniciativas supo crear el Marqués, pero con la corona de hojas de vid también puede aludir triunfalmente al fruto que proporciona uno de los productos fundamentales de la economía malagueña.



               La calle del Marqués de Larios vista desde la Plaza


Curiosamente y por causas de sentido de tráfico, la estatua del Marqués no mantiene su posición primitiva, mirando hacia la Calle de Larios, su gran obra, aunque a lo largo del último siglo ha tomado diferentes posiciones.



                                            Colocando el trabajador en el pedestal

Quiero consignar que cuando se proclamó la república la estatua derribada del pedestal por los anarquistas y arrojada al puerto. En su lugar colocaron la del trabajador con pico al hombro.

                                              El monumento durante la República

Acabada la guerra en Málaga fué rescatada del agua y colocada de nuevo en su lugar

La calle del Marqués de Larios o simplemente de Larios, como la denominan todos los malagueños, es para la ciudad, la Calle por antonomasia de Málaga, la más conocida y visitada, adonde se iba a pasear y a saludar a los amigos, a comprar algo o simplemente a tomar café o una copa en algunos de sus establecimientos.


Perdido mucho de su antiguo esplendor y de su ambiente acogedor tradicional en la segunda mitad del siglo XX, en la actualidad sigue siendo el "corazón" de la Málaga comercial, tras la rehabilitación (que integra también a la Plaza de la Constitución), llevada a cabo en 2002

La calle del Marqués de Larios era una antigua aspiración de la ciudad, que buscaba la unión recta entre la Plaza y el Puerto y fue el resultado de la mayor operación de reforma interior realizada en el siglo XIX, sustituyendo la complicada trama urbana anterior por otra más acorde con las necesidades de la ciudad burguesa capitalista.
Los primeros trabajos para su realización fueron ejecutados por el arquitecto Moreno Monroy en 1859 y los continuarían con posterioridad el ingeniero José María de Sancha y el arquitecto Manuel Rivera Valentín.

No obstante, dificultades económicas impedirían su ejecución hasta que en 1886 la sociedad mercantil Hijos de Martín Larios, como propietaria de buena parte de las casas que ocupaban la zona, se ofrece al Ayuntamiento, presidido en ese momento por D. Liborio García, para acometer esta importante obra, para lo que fue necesaria la expropiación del resto de las casas que ocupaban los solares. Desde este momento el consistorio vende a la familia Larios la sociedad de gestión de la nueva calle, quedando así estos como únicos responsables la construcción,  urbanización y explotación de los nuevos edificios.

En esta nueva fase, las obras comienzan oficialmente el día 15 de mayo de 1887 y finalizan  el 27 de agosto de 1891 fecha en que fuero oficialmente fueron recepcionadas por el Ayuntamiento.




 Realizó el proyecto urbano Joaquín de Rucoba, encargándose del proyecto arquitectónico el maestro de obras Eduardo Strachan Viana- Cárdenas, primero de una saga de arquitectos.

La Calle de Larios está conformada por doce manzanas, en las que posiblemente lo que más llama la atención sea la regularidad de todos los edificios y la austeridad en el uso de motivos decorativos.

Las 12 manzanas que configuraron la calle son prácticamente gemelas. Tomando como referencia la casa número uno, vemos el mismo ancho (23,52 metros), planta baja, tres pisos y ático, y, entre los materiales utilizados, paramento enlucido, piedra, hierro y tejas curvas.

De su diseño sobresalen sus esquinas achaflanadas a las que se abren antepechos planos y cierros y herrajes igualmente achaflanados, así como los balcones de la segunda planta, en cuya fachada principal alternan corridos sobre dos huecos a la calle y en medio tres sencillos para acabar en otro doble.



En estos edificios la decoración se ha reducido a sencillas ménsulas que matizan las impostas, y los remates de las ventanas en los que alternan frontones curvos o triangulares, con molduras que resaltan los vanos.


Aun sin romper la uniformidad característica de esta calle, algunas manzanas destacan ligeramente por la forma en que se han articulado sus elementos compositivos, así la nº9, exhibe dos poderosos ejes marcados por los cierros de madera y la portada



Por encima de la cornisa se levantan dos penachos rectangulares con medallones ovales.



O la nº 5, en la que destaca el cuerpo central compuesto con cinco ejes y rematado por ático quebrado entre balaustradas, manteniendo los laterales el ritmo compositivo del conjunto.



La nueva calle tiene 16 metros de ancho y en su distribución inicial se dejaron 8 para la vía central de automóviles y 4 para cada una de las aceras o vías peatonales laterales.


Si arquitectónicamente los edificios que se alineaban a ambos lados de la calle constituyeron una sorpresa para los ciudadanos de hace un siglo largo, lo que realmente les dejó estupefactos fue el parqué del vial —llamado entonces «entarugado»—, un trabajo costoso y de difícil realización taraceada, y tan magníficamente conseguido, que más parecía la calle salón de baile que calzada.

Este singular adorno lo perdió la calle dieciséis años más tarde —septiembre de 1907— a propósito de la histórica «riá» por desbordamiento del río Guadalmedina, que al inundar toda la zona del centro y permanecer encharcada durante varios días hizo saltar los «tarugos» como consecuencia de su dilatación por humedad.


El nuevo pavimento se hizo con adoquines convencionales, de piedra con lo cual se restauró el tráfico para comodidad de los comerciantes instalados en la zona.

La apertura de la calle de Larios supuso una honda transformación de la Plaza en la que desemboca, la Plaza Pública, hoy de la Constitución, porque si funcionalmente había perdido su actividad desde el traslado  a otro lugar de las instituciones públicas, muy especialmente el Ayuntamiento, espacialmente siguió siendo plaza hasta que la calle de Larios transformó su espacio cerrado, homogéneo y aislado, en otro más abierto, al convertirse en un paso en la conexión norte-sur de la ciudad. .

La primitiva iluminación de calle Larios estuvo a cargo de treinta farolas de gas, además de otras tantas que se instalaron en las calles colindantes para evitar en lo posible un contraste demasiado acentuado.



La inicial prueba de luz eléctrica llegó a la nueva vía seis años después de inaugurada. Fue en 1897 y el local elegido para su experimentación, el Liceo.


La ceremonia para ensayar tan importante como nuevo y eficaz sistema lumínico, demostró que la modernidad había entrado a Málaga de forma tardía, pues si bien era cierto que la luz de gas vino a nuestra ciudad antes que a cualquier otra andaluza, lo que se llamaba «corriente eléctrica» fue de más lenta incorporación.

Para solemnizar adecuadamente la apertura de calle Larios se levantó a la entrada de la vía por su extremo sur y a la altura de las calles Martínez y Sancha de Lara un artístico arco de inspiración neomudéjar, torreado a ambos lados, que lucía en su centro el escudo de la ciudad, y en sus columnas, sendos medallones con las fechas respectivas de la iniciación y conclusión de la obra








Una vez terminada la calle y sus edificios quedaba por delante la tarea de llenarlos de vecinos y comerciantes

La respuesta del comercio e incluso de los profesionales liberales de la ciudad no fue en principio demasiado entusiástica, pues hasta bien entrado el primer decenio del siglo XX no se constata la existencia de establecimientos hoteleros, mercantiles, oficinas de negocios y despachos profesionales en gran número.

El Liceo y el Círculo Mercantil, entre 1893 y 1896, fueron, respectivamente, las primeras instituciones culturales que se establecieron en la ya principalísima arteria local.

                              Foto de la familia Temboury


Luego, poco a poco y casi con un cierto temor dadas las exigencias de ornatoy decoración a que se obligaban los comerciantes, se establecieron el popularísimo bazar de Temboury.


Entre los bares y cafés más distinguidos, el Parisién, Imperial e Inglés.

El único estanco de la calle se abrió en 1906 en el número 3, las dos primeras tiendas de ropa y quincalla fueron las de Francisco Lara Garijo y Manuel Romero Alejandro, respectivamente, en los números 10 y 4, y sus tres relojerías-platerías pertenecían a Elvira Begoña, a la viuda de Jorge Rivarola y a Rosado y Cía

Dos sombrererías, la de José Ruiz Sánchez y la de Villamor, se habían establecido ya para 1909. Un veterinario, Alejandro Avila Canta, y la única librería de la calle, propiedad de Enrique Rivas Beltrán, se hallaba en el número 2.

De los 52 médicos que ya existían ejerciendo en la ciudad para ese mismo año, únicamente José Gatell y Argenter y José Molina Martos, respectivamente en los números 5 y 1, tenían sus correspondientes domicilios y consultorios.

Abogados había en la ciudad de entonces entre 140 y 145, de los cuales sólo cinco de ellos eligieron calle Larios para establecer residencia o, en su defecto, despacho-vivienda. Fueron Joaquín Díaz de Escovar, en el número 1; Miguel Pérez Bryan, en el 4; Antonio Gil Soldado y Manuel Vázquez Caparrós, en el 6, y Luis Irisarri y Pastor, en el 4.

 


Es difícil saber quiénes fueron las primeras familias que habitaron calle Larios a partir de su recepción oficial por el Ayuntamiento, puesto que la ocupación de sus 12 manzanas siguió el mismo lento proceso que en el caso de los comercios; pero hay un dato que no me resisto a consignar aquí y que, probablemente, nos ofrece una pista acerca del primer niño malagueño nacido en la centenaria calle.

El dato lo facilitó directamente el farmacéutico Esteban Pérez Bryan, a Julián Sesmero y este lo incluye en su libro sobre las calles de Málaga. (Quiero agradecer, a este buen periodista, tanta información que he podido tomar para este trabajo)

"Me contó que sus abuelos, Esteban Pérez Souvirón y Rafaela Bryan Fernández de la Herrán, se mudaron de la plaza del Obispo a la casa número 4 de Larios cuando aún no había sido inaugurada".


En dicha calle fue donde nació hace 106 años el niño José Pérez Bryan, uno de cuyos hermanos, Miguel, tuvo en el mismo piso su bufete de abogado.

Esteban Pérez Souvirón, por lo que queda documentado y en su condición de corredor de Comercio que trabajaba para la familia Larios, fue quizá el primero que tuvo acceso a aquellos amplísimos y soleados pisos antes de darse por finalizado el proyecto de la calle, y de tal circunstancia, el hecho de poder afirmarse que fue su hijo José el primero de los niños malagueños nacidos en la nueva vía.

Otra familia se constata que ya vivía en el mes de diciembre de 1894 en el número 3 de calle Larios, piso cuarto izquierda (ático o buhardilla),fue la de Juan Poy, abuelo del médico Francisco Muñoz Poy, tan conocido en nuestra ciudad, que era uno de los administradores y apoderados en Málaga de los Larios de Gibraltar, además de conocido colaborador del periódico «La Unión Mercantil» y tan fino como elegante poeta como agudo escritor.

 Cafés muy populares en la misma calle fueron el Español y La Palma Real, entre los de más feliz recuerdo.


 La primera institución bancaria que abrió agencia en la calle Larios fue el Banco Español de Crédito, la primera cristalería fue la de Morganti y Bayettini

Entre las joyerías que ya existían en 1920 figuraban las de José Abela, Jerónimo García y la de Hijos de Rosado, por el orden citado en el número 3 (las dos primeras) y en el 10 la última.

Para ese mismo decenio ya funciona en el número 10 la clínica dental de Aurelio Baca, en el número 1 la consulta de Antonio Villar, la de Fernando Junco en el 3, y en el 5 la de Miguel Segura.

Y otros hoteles, Córdoba y Simón, respectivamente en los números 4 y 5, se unieron a la oferta hotelera de la calle.


Para finales de los años 30 ya estaban la farmacia de Mata Vergel, la cafetería Cosmopolita, los almacenes de Gómez Hermanos, la sedería Masó y la horchatería de Mira, entre otros varios comercios que alcanzaron popularidad.





Precisamente a esta misma época pertenece la visión más empobrecida, triste y antiestética de la primera calle comercial de la ciudad, pues los daños de la guerra, espectaculares en la manzana de Temboury, la afearon hasta que el último de los Guerrero Strachan acometió las obras de su restauración.

La reciente rehabilitación ha convertido a la calle en un espacio peatonal, cuidando al máximo los detalles, el pavimento e introduciendo bancos y farolas modernas insistiendo todos sus elementos en recuperar su significación histórica, así como su escala y singularidades urbanísticas.

Otras esculturas han ocupado los aledaños de la calle de Larios.


En un ensanchamiento de la calle de la Bolsa se alza la Paloma Quiromántica, escultura realizada por José Seguiri en 2001, que como homenaje a Rafael Pérez Estrada parte de un diseño del mismo, la surreal fusión de la mano abierta y la paloma, elemento recurrente en la obra de este poeta.


Y en la confluencia de la calle de Strachan se ha instalado una obra de Tony Cragg, titulada: Puntos de Vista, de bronce pulido, en la que destaca la ambigüedad del extraño perfil y del movimiento.